Publicada en el diario Rumbo de México
Ayer rematábamos nuestro comentario con la afirmación de que el país debe avanzar hacia ciertos cambios que son necesarios para construir una República Moderna y Democrática. Y que Vicente Fox aún está a tiempo de ser generoso con México e invertir el escaso capital político que aún le queda, en conseguirlos.La pregunta que muchos de ustedes, estimados lectores, se harán, es ¿cómo va a conseguir Vicente Fox o cualquiera otro presidente del país hacerlo avanzar cuando actualmente la vida pública está motivada por las confrontaciones inútiles, los debates sin importancia y el desacuerdo generalizado? ¿Cuándo los candidatos quieren mover la conciencia de la gente con base a recursos económicos y no con propuestas verdaderas de cambio en la forma de hacer las cosas, desde la propia “clase política”?
Es muy sencillo. Pero para lograrlo, hacen falta dos cosas: estar convencido de que es la única forma de cambiar las cosas, quererlo hacer y, sobre todo, jugarse el pellejo. Es decir, que Vicente Fox deje de cuidar su imagen y le entre a las cosas porque, de lo contrario, aquella imagen del ranchero entrón quedará totalmente olvidada.
La fórmula es sencilla. Como lo dijo Montesquieu: Como la muerte, la ley no debe exceptuar a nadie.
Y aquí me quiero referir a la presentación del libro editado por Océano para la Secretaría de la Reforma Agraria, Entre las Bestias y los Dioses (Del espíritu de las leyes y de los valores políticos) de Federico Reyes Heroles, quien nos recuerda que a pesar de que son alrededor de 193 los países registrados en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), solamente unos 30 registran los niveles más altos de bienestar.
De manera curiosa, nos dice Reyes Heroles, aquellos 30 países con mejores condiciones de bienestar social son aquellos regidos por una legalidad estricta. Es decir, que “el cumplimiento de la legalidad asegura las expectativas de futuro y provoca progreso”.
No existen recetas mágicas ni acciones de mesías que sólo por sus propios decretos puedan cambiar las cosas de un estado a otro con sólo invocarlas. Por el contrario, es necesaria la existencia de un cumplimiento cabal de las normas dictadas para poder convivir con certeza, en igualdad de circunstancias y seguridad de que así como nosotros respetamos a los demás, ellos nos respetan y todos somos respetados.
Y quizá, una vez que hayamos aprendido a que la legalidad es la base de cualquier relación humana, financiera, social o de cualquier tipo en nuestra interrelación con el mundo que nos rodea, entonces la riqueza podrá ser atraída y las condiciones de vida mejorarán para todos.
En cambio, “la ilegalidad, la discrecionalidad y la corrupción espantan” a los probables inversionistas.
Y la piedra de toque para poder aterrizar en la legalidad, sería la aplicación en el gobierno federal de una verdadera rendición de cuentas. El establecimiento de un sistema institucional, no de camarilla como sucedió con la Contraloría de la Federación, primero, y ahora con la Secretaría de la Gestión Pública.
Un esquema mediante el cual desde el Presidente de la República hasta el más humilde de los burócratas, pasando por gobernadores, jefes de gobierno, presidentes municipales y jefes delegacionales se sometan de manera efectiva al escrutinio de sus acciones y a la sanción por sus errores u omisiones.
Evitar la discrecionalidad que permite establecer de negocios, fraudes, estafas, engaños, simulaciones, malversaciones, al amparo de negociaciones y triangulaciones con que se benefician unos y otros.
Sólo así Fox podría comenzar a redimirse con los mexicanos. Y aún tiene un año para lograrlo.
renatoconsuegra@yahoo.com.mx
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