(2005-07-08)
Publicada en el diario Rumbo de México
Hace poco más de un año al referirse a la lucha contra la corrupción en PEMEX, Felipe Calderón dijo que el peligro verdadero era convertir a México en un país de cínicos, en un país donde se puede actuar impunemente, a mansalva; en un país donde se puede explotar y abusar del recurso de todos.
Felipe Calderón se equivocó. No debió referirse al país, sino al mundo de la política. Tampoco debió decir que el país se podría convertir en un territorio de cínicos, sino que el mundo de la política en México ya es de cínicos, él incluido.
Así lo aceptó muchos años antes otro cínico de la política, el ex presidente José López Portillo, quien sentenció: “Ya somos un país de cínicos”.
Aunque pocos los creían y muchos más se rasgaban las vestiduras porque el saco no les quedaba, ya que sus principios, decían, eran incorruptibles, esta aseveración quedó demostrada en apenas unos cuantos años a partir de que llegaron al poder. En el universo de la política fue evidente entonces que las prácticas corruptas no son exclusivas de los militantes del PRI.
De manera desafortunada la corrupción es un vicio o una enfermedad del sistema político mexicano en su conjunto. Ya no hay colores, tampoco hay ideologías. Todos, todos los que habitan el ámbito de la política profesional están marcados por el estigma del abuso de sus cargos, incluidos los miembros del Poder Judicial.
Así, no importa que René Bejarano fuera visto por todo México y gran parte del orbe, al embolsarse hasta las ligas del pago hecho por el empresario Carlos Ahumada, por la extorsión a que fue sometido. A pesar de no haberse acreditado el destino de los fajos de billetes, el Quinto Tribunal Unitario revocó los dos autos de formal prisión dictados contra él.
Recordemos. La denuncia de los corruptos fue una de las banderas utilizadas por el PRD para ganar espacios de poder, pero con la intervención del Jefe de Gobierno del Distrito Federal, el miércoles fue liberado su operador político, captado en flagrancia por una cámara de video.
Días atrás, cuando Santiago Creel inició su campaña para la presidencia de la República con gran despliegue de publicidad televisiva, fue revelado que entregó concesiones para abrir centros de apuestas a Televisa, pese a su mensaje de que los buenos ciudadanos somos mayoría, aunque los hechos digan que él seguramente no está dentro de esa llamaría.
Hace algunas semanas, también fue liberado Raúl Salinas de Gortari gracias a un amparo que ganó en la acusación por la muerte de José Francisco Ruiz Massieu. Muchos lo exoneraron, pero en realidad los juzgadores no determinaron que fuera inocente. Sólo dijeron que hubo irregularidades en el proceso para acusarlo y por tanto la línea de investigación seguida no fue válida en aquellos términos, pero no llegaron a otra conclusión. Sobre todo cuando aún no aparece el eslabón perdido del asesinato: Manuel Muñoz Rocha.
Es el mismo hombre que en un alarde de cinismo aceptó haber sacado millones de dólares a Suiza con pasaportes falsos, pero con la humana intención de más adelante crear empleos para los mexicanos. ¡Vaya descaro!
Felipe Calderón, a quien nos referimos en un inicio, apenas llegó a la dirección general de Banobras se autorizó un préstamo para comprar una residencia, que al ser descubierto canceló.
Todo esto no es otra cosa que la exaltación del crimen de un sector de mexicanos cínicos, que no somos todos, por fortuna.
renatoconsuegra@yahoo.com.mx
Publicada en el diario Rumbo de México
Hace poco más de un año al referirse a la lucha contra la corrupción en PEMEX, Felipe Calderón dijo que el peligro verdadero era convertir a México en un país de cínicos, en un país donde se puede actuar impunemente, a mansalva; en un país donde se puede explotar y abusar del recurso de todos.
Felipe Calderón se equivocó. No debió referirse al país, sino al mundo de la política. Tampoco debió decir que el país se podría convertir en un territorio de cínicos, sino que el mundo de la política en México ya es de cínicos, él incluido.
Así lo aceptó muchos años antes otro cínico de la política, el ex presidente José López Portillo, quien sentenció: “Ya somos un país de cínicos”.
Aunque pocos los creían y muchos más se rasgaban las vestiduras porque el saco no les quedaba, ya que sus principios, decían, eran incorruptibles, esta aseveración quedó demostrada en apenas unos cuantos años a partir de que llegaron al poder. En el universo de la política fue evidente entonces que las prácticas corruptas no son exclusivas de los militantes del PRI.
De manera desafortunada la corrupción es un vicio o una enfermedad del sistema político mexicano en su conjunto. Ya no hay colores, tampoco hay ideologías. Todos, todos los que habitan el ámbito de la política profesional están marcados por el estigma del abuso de sus cargos, incluidos los miembros del Poder Judicial.
Así, no importa que René Bejarano fuera visto por todo México y gran parte del orbe, al embolsarse hasta las ligas del pago hecho por el empresario Carlos Ahumada, por la extorsión a que fue sometido. A pesar de no haberse acreditado el destino de los fajos de billetes, el Quinto Tribunal Unitario revocó los dos autos de formal prisión dictados contra él.
Recordemos. La denuncia de los corruptos fue una de las banderas utilizadas por el PRD para ganar espacios de poder, pero con la intervención del Jefe de Gobierno del Distrito Federal, el miércoles fue liberado su operador político, captado en flagrancia por una cámara de video.
Días atrás, cuando Santiago Creel inició su campaña para la presidencia de la República con gran despliegue de publicidad televisiva, fue revelado que entregó concesiones para abrir centros de apuestas a Televisa, pese a su mensaje de que los buenos ciudadanos somos mayoría, aunque los hechos digan que él seguramente no está dentro de esa llamaría.
Hace algunas semanas, también fue liberado Raúl Salinas de Gortari gracias a un amparo que ganó en la acusación por la muerte de José Francisco Ruiz Massieu. Muchos lo exoneraron, pero en realidad los juzgadores no determinaron que fuera inocente. Sólo dijeron que hubo irregularidades en el proceso para acusarlo y por tanto la línea de investigación seguida no fue válida en aquellos términos, pero no llegaron a otra conclusión. Sobre todo cuando aún no aparece el eslabón perdido del asesinato: Manuel Muñoz Rocha.
Es el mismo hombre que en un alarde de cinismo aceptó haber sacado millones de dólares a Suiza con pasaportes falsos, pero con la humana intención de más adelante crear empleos para los mexicanos. ¡Vaya descaro!
Felipe Calderón, a quien nos referimos en un inicio, apenas llegó a la dirección general de Banobras se autorizó un préstamo para comprar una residencia, que al ser descubierto canceló.
Todo esto no es otra cosa que la exaltación del crimen de un sector de mexicanos cínicos, que no somos todos, por fortuna.
renatoconsuegra@yahoo.com.mx
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