lunes, septiembre 26, 2005

Sociedad atrapada

Publicada en el diario Rumbo de México

Uno de los graves problemas de la sociedad en México es la pérdida de la institucionalización de sus partidos políticos, cuya mayoría de dirigentes los administran para ellos y no como una vía de representación ciudadana para participar en los asuntos públicos del país, las regiones o localidades.
Este modo de ser y hacer política, principalmente de los llamados partidos tradicionales, ha propiciado, a la par, una profunda desconfianza de la sociedad que ahora prefiere pasar por alto a estos institutos políticos a la hora de acudir a las urnas, o de plano dejar acudir.
El año 2000 fue un ejemplo. La gente fue a votar por un movimiento que le ofreció suplir sus necesidades de más empleos, sueldos más altos, mejores sistemas educativos, estabilidad económica y seguridad.
Vicente Fox fue un candidato no del PAN, sino de grupos empresariales de gran poder económico agrupados en Amigos de Fox, que invirtieron su capital para adueñarse de la candidatura panista en un primer momento y de la presidencia de la República, posteriormente, a base de derrochar recursos económicos.
En América Latina las cosas han sido peores. Hubo coaliciones en torno a las candidaturas independientes de algunos personajes populares o populistas que provocaron pasar por alto a los partidos políticos tradicionales que, hay que decirlo, son la imagen viva de la creciente corrupción y escaso progreso.
De esta forma surgieron los Abdalás Bucaram, Albertos Fujimori, Hugos Chávez, Carlos Saúles Menem y otros menos excéntricos, pero igualmente perniciosos para las sociedades que gobernaron o gobiernan.
A diferencia de América Latina donde las facciones se convirtieron en movimientos como sucede ahora en Bolivia, o en partidos políticos, en México son facciones dentro de los propios partidos políticos, quienes día a día fortalecen entre la sociedad la idea de que las elecciones ya no son la vía legítima para llegar al poder —sino un circo del que sólo unos cuantos se aprovechan, o una forma de forzar acuerdos para pequeños grupos— y están comenzado a explorar la idea de la continuidad, es decir, de la reelección.
En tanto, otras facciones dentro de los mismos partidos se asumen de centro para tratar de llegar a los electores. Es decir, los dirigentes que conforman el poder partidista ahora quieren ocupar una gran brecha ideológica que se mantuvo intacta en las décadas de los años 60 y 70, lo cual ha provocado una pérdida de las ideologías,
Resulta que todos quieren apuntar hacia el mismo destino y por la misma ruta, que como ya hemos visto, no trae otra cosa que corrupción, impunidad, caos, crisis económicas y financieras, inseguridad, crecimiento de la delincuencia organizada y escasos, pero muy escasos, satisfactores para la sociedad que gobiernan.
Estos grupos como no tienen una inclinación ideológica, ahora apuestan por los personajes, pero no por las ideas, ni las propuestas de gobierno.
Pero, sucede, además, que debido a la desaparición de la brecha ideológica, la polarización entre las posiciones políticas de unos y otros se eliminaron y, entonces, lo que surgió fueron precisamente los enfrentamientos internos por ver qué pequeños grupos ganan el poder.
De esta forma, la sociedad se encuentra atrapada entre unos partidos rehenes de sus dirigentes y los grupos económicos a los que representan, y una carencia de propuestas políticas que impulsen otra forma de hacer y ser en la política.

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