lunes, septiembre 12, 2005

Responsable: Bush

Publicada en el diario Rumbo de México

George W. Bush se ha caracterizado por negar la realidad cuando le es adversa. Por ello no es de extrañar las palabras de su discurso el sábado durante su programa radial: "Ni siquiera el más destructivo huracán podrá debilitar el corazón y el alma de nuestra nación".
Como hace cuatro años, pretendió cobijarse en el espíritu estadounidense y el sentimiento de sus gobernados para salvar sus propios errores, llamándolos a la unidad frente a las críticas a su tardía e ineficaz respuesta tras el fenómeno.
No había querido comentar en este espacio sobre los efectos del huracán Katrina en el sureste de los Estados Unidos, cuando los conflictos políticos en México son de vital importancia. Pero molesta que en México o en la nación más poderosa del mundo, sus gobernantes engañen a los ciudadanos.
Porque no fue la fuerza del huracán lo que destruyó Louisiana, Mississippi y Alabama. Fueron la negligencia gubernamental y el desvío de recursos. Fue el rompimiento de tres diques que detenían las aguas del lago Pontchartrain y algunas zonas del río Mississippi, lo que provocó la inundación de 80% de la zona urbana ubicada bajo el nivel del mar.
La fragilidad de los diques ya preocupaba desde antes del 11 de septiembre de 2001; el desastre, si no reforzaban los diques estaba previsto. La Agencia Federal de Manejo de Crisis lo advirtió y el Congreso autorizó el Proyecto de Control de Inundaciones Urbanas del Sur de Louisiana.
Pero tras los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York que ayer cumplieron cuatro años, los recursos humanos y económicos para proteger el estratégico puerto, las refinerías y a la población fueron canalizados para las guerras en Afganistán e Irak.
El coordinador de proyectos del Cuerpo de Ingenieros del Ejército, Al Naomi, advirtió al diario Times-Picayune el 18 de junio de 2004: 'Los diques están cediendo. Si no obtenemos el dinero para levantarlos, no podremos controlar la subsidencia".
El Katrina no es, por mucho, el huracán más fuerte originado en la región del Golfo de México, como tampoco el que más haya golpeado al puerto de Nueva Orleans. Dicen los expertos que comparado con el huracán Betsy, el cual inundó la ciudad y causó la muerte de 70 personas en 1965, o la embestida de Camille, el más fuerte huracán registrado hasta nuestros días, con vientos de más de 350km/h, causante de 275 muertos, el Katrina fue sólo un raspón.
Como sucede en todos los desastres naturales, que contra su ocurrencia poco se puede hacer, es la previsión la única forma de evitar desgracias mayores, sean sismos, huracanes o tsunamis. Y la respuesta inmediata.
Pero al igual que el 11 de septiembre, Bush ahora también se quedó pasmado. Y con los servicios sociales que debieran corresponder al Estado, privatizados, no hubo forma de realizar un desalojo de previsión o una atención eficaz tras la ocurrencia del desastre, y de todas formas un millón de personas debieron dejar sus hogares en Louisiana, Mississippi y Alabama desde que Katrina azotó la región el 29 de agosto.
Como ocurre en cualquiera gobierno autoritario, el hilo se rompe por lo más delgado y el jefe de la Agencia Federal de Manejo de Emergencias, Michael Brown, fue abruptamente cesado. Y ¿Bush?

renatoconsuegra@yahoo.com.mx

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