martes, febrero 21, 2006

El pueblo como escudo

Publicado en el diario Rumbo de México

Hace algunos meses cuando Andrés Manuel López Obrador quedó atrapado y prácticamente sin salidas políticas por el asunto del desafuero por el caso del predio El Encino, su única carta posible en el momento fue la amenaza de la violencia política.
Aquella ocasión López Obrador se victimizó y supo jugar muy bien y con cierta astucia aquella baraja.
El juego del hoy candidato del PRD a la Presidencia de la República consistió en victimizarse y decir no sólo que se le querían quitar sus derechos políticos individuales, sino que le querían quitar al pueblo una opción de gobierno diferente.
Sacó a las masas al Zócalo.
Y López Obrador dejó alumnos. Uno de ellos, malo por cierto, es Mario Marín Torres, quien hace algunos días dijo lo siguiente:
"Esto que me han hecho es una vil infamia, pero no solamente a Mario Marín, sino a los poblanos, es una calumnia vil de intereses ajenos a Puebla”.
Y como López Obrador, llamó a la violencia: “Que no provoquen a los campesinos que tanto quiero y por los que tanto trabajo, que no provoquen a los jóvenes y a las mujeres que creen en mí, que no molesten ni provoquen a mis queridos abuelitos y abuelitas y a las personas con discapacidad que tanto necesitan de mí".
Marín Torres ahora se cobija en aquella gente a la que debe servir por mandato constitucional y por lo que le pagan. Pero él pretende hacer creer que les hace un favor, como lo ha hecho López Obrador, y que debe continuar allí a pesar de todas las muestras de corrupción en su contra.
Sin embargo, es preciso que no se equivoque la gente, como no lo ha hecho hasta ahora con este caso. Un gobernante es elegido para cumplir y hacer cumplir la ley. Y lo que ha hecho este “gober precioso” no ha sido aplicar la ley, mucho menos respetarla, sino ponerla al servicio de “mi héroe, chingao”.
Se advierte en las grabaciones que intervino para ayudar a proteger a su amigo José Kamel Nacif Borge, quien ha sido citado como cercano de un delincuente detenido en los Estados Unidos, no sólo por ser miembro, sino dirigente de una red de pederastas en Cancún.
Lo que ha quedado al descubierto en el caso de Jean Succar Kuri son los niveles de corrupción, de tráfico de influencias y de impunidad que existen entre los hombres del dinero y los gobernantes en turno. Pero, sobre todo, que los gobernantes están al servicio de los hombres económicamente poderosos.
Y lo que es todavía peor. Que coludidos poder político y poder económico, pretenden acallar cualquier tipo de críticas e investigación por parte de quienes ejercemos el oficio del periodismo, el cual debe ser precisamente un contrapoder para darle equilibrio a las relaciones de esta sociedad.
En este caso hemos visto la total impunidad con que fue amenazada la periodista y luchadora por los derechos humanos, Lydia Cacho. Y queda claro que por el desprecio de los poderosos los periodistas son víctimas potenciales de cualquiera, incluidos los sicarios de los narcotraficantes.
Y todavía se atreven, como Marín Torres, a llamarse víctimas de las infamias de los representantes de los medios de información, quienes un día sí y otro también han puesto al descubierto las arbitrariedades con las que esta élite compuesta a partir de privilegios, gobierna al país, sean panistas, priistas o perredistas. A final de cuentas todos son iguales.

renatoconsuegra@yahoo.com.mx

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