Publicado en el diario Rumbo de México
Hoy que en el mundo millones van a festejar el comercialmente llamado Día del Amor y la Amistad, he decidido contar el fondo de una conversación de la que fui testigo con un integrante de la Procuraduría General de la República en la gestión administrativa de Jorge Madrazo Cuéllar, porque considero que un gesto de amor y amistad para el resto de los mexicanos es decirles cómo los funcionarios de nuestro país operan los asuntos de Estado, pero, sobre todo, el grado de inserción del narcotráfico en el país al grado de ser prácticamente incontrolable.
Esa noche llegué a aquella oficina invitado por dos conocidos, un abogado y un reportero. Al momento en que se harían las presentaciones con el personaje, un mando superior de la PGR, le llamaron por teléfono y tuvo que salir unos segundos.
Al regresar obvió mi presencia puesto que ya nos habíamos visto algunos minutos antes y, quizá, dio por hecho que nos presentamos. O posiblemente tenía tanta confianza con aquellos conocidos que me invitaron de manera circunstancial a la charla, que ni siquiera se interesó en saber quién era yo. Me inclino por lo segundo.
El caso es que tras un rato de charla se comenzó a hablar de asuntos delicados, de nombres públicamente impronunciables y de lo que esperaba al país en los asuntos del narcotráfico.
Eran los primeros días de octubre de 2000. El personaje se aprestaba para dejar la PGR y su grupo político pretendía acomodarse para continuar en la estructura. Es decir, jugó para tratar de ocupar la cabeza de la PGR.
Hizo su análisis:1) El poder económico del narcotráfico es tan fuerte que siempre habrá gente, civiles comunes, policías de carrera y miembros del Ejército que se verán tentados por las cuantiosas y rápidas ganancias que otorga el tráfico ilícito de droga.
2) Son tan grandes las ganancias de aquella actividad que los integrantes de los cárteles tienen no sólo capacidad de comprar a representantes de la ley que deberían combatirlos, sino que cuentan con armas y equipos de “trabajo” mucho más sofisticados que los miembros de los cuerpos policiales del país y de otros países, incluidos los Estados Unidos.
3) Es tan pobre la gente en las comunidades agrarias que grandes cantidades de jóvenes, sobre todo, se ven deslumbrados por el dinero y la posibilidad de adquirir satisfactores de forma inmediata y sin mucho esfuerzo, contrario a los escasos satisfactores que da la labor campesina. Esto es un atractivo para desquitarse de su pobreza infantil.
4) Ante un panorama donde la fuerza del Estado se encuentra en entredicho, lo más viable y factible nos dijo, era optar por el control del narcotráfico por sólo unas cuantas bandas, mediante una estrategia que las favoreciera y fortaleciera a fin de que se convirtieran en una barrera para los cientos de grupitos. Pero esto era como poner alguna parte del Estado mexicano a favor del narcotráfico.
5) Lo otro era optar por vivir una guerra entre pequeñas bandas de pequeños grupos de narcotraficantes que se iniciaron como narcomenudistas, pero posteriormente iban a pretender convertirse en grandes capos y cabezas de cartel. Esto orillaría a que como todos quieren crecer, comenzarían a asesinar a sus contrarios del mismo peso, para ascender en el escalafón entre los más hábiles para traficar y el país se convertiría en un campo de batalla del narcotráfico.Hoy que lo recuerdo, no sé si aquel personaje era realmente un estudioso profundo del tema, tampoco sé si ya tenía un diagnóstico preparado por alguien más, pero al escuchar cada día que en Michoacán, Tamaulipas, Sinaloa, Baja California o Baja California hubo equis cantidad de ejecutados, no me queda más que remitirme al inciso 5 en este comentario.¿Será que eso ocurre hoy? ¿Habrá una guerra de pequeños narcomenudistas que quieren ascender? Me parece que tenía y aún tiene la razón.
renatoconsuegra@yahoo.com.mx
Hoy que en el mundo millones van a festejar el comercialmente llamado Día del Amor y la Amistad, he decidido contar el fondo de una conversación de la que fui testigo con un integrante de la Procuraduría General de la República en la gestión administrativa de Jorge Madrazo Cuéllar, porque considero que un gesto de amor y amistad para el resto de los mexicanos es decirles cómo los funcionarios de nuestro país operan los asuntos de Estado, pero, sobre todo, el grado de inserción del narcotráfico en el país al grado de ser prácticamente incontrolable.
Esa noche llegué a aquella oficina invitado por dos conocidos, un abogado y un reportero. Al momento en que se harían las presentaciones con el personaje, un mando superior de la PGR, le llamaron por teléfono y tuvo que salir unos segundos.
Al regresar obvió mi presencia puesto que ya nos habíamos visto algunos minutos antes y, quizá, dio por hecho que nos presentamos. O posiblemente tenía tanta confianza con aquellos conocidos que me invitaron de manera circunstancial a la charla, que ni siquiera se interesó en saber quién era yo. Me inclino por lo segundo.
El caso es que tras un rato de charla se comenzó a hablar de asuntos delicados, de nombres públicamente impronunciables y de lo que esperaba al país en los asuntos del narcotráfico.
Eran los primeros días de octubre de 2000. El personaje se aprestaba para dejar la PGR y su grupo político pretendía acomodarse para continuar en la estructura. Es decir, jugó para tratar de ocupar la cabeza de la PGR.
Hizo su análisis:1) El poder económico del narcotráfico es tan fuerte que siempre habrá gente, civiles comunes, policías de carrera y miembros del Ejército que se verán tentados por las cuantiosas y rápidas ganancias que otorga el tráfico ilícito de droga.
2) Son tan grandes las ganancias de aquella actividad que los integrantes de los cárteles tienen no sólo capacidad de comprar a representantes de la ley que deberían combatirlos, sino que cuentan con armas y equipos de “trabajo” mucho más sofisticados que los miembros de los cuerpos policiales del país y de otros países, incluidos los Estados Unidos.
3) Es tan pobre la gente en las comunidades agrarias que grandes cantidades de jóvenes, sobre todo, se ven deslumbrados por el dinero y la posibilidad de adquirir satisfactores de forma inmediata y sin mucho esfuerzo, contrario a los escasos satisfactores que da la labor campesina. Esto es un atractivo para desquitarse de su pobreza infantil.
4) Ante un panorama donde la fuerza del Estado se encuentra en entredicho, lo más viable y factible nos dijo, era optar por el control del narcotráfico por sólo unas cuantas bandas, mediante una estrategia que las favoreciera y fortaleciera a fin de que se convirtieran en una barrera para los cientos de grupitos. Pero esto era como poner alguna parte del Estado mexicano a favor del narcotráfico.
5) Lo otro era optar por vivir una guerra entre pequeñas bandas de pequeños grupos de narcotraficantes que se iniciaron como narcomenudistas, pero posteriormente iban a pretender convertirse en grandes capos y cabezas de cartel. Esto orillaría a que como todos quieren crecer, comenzarían a asesinar a sus contrarios del mismo peso, para ascender en el escalafón entre los más hábiles para traficar y el país se convertiría en un campo de batalla del narcotráfico.Hoy que lo recuerdo, no sé si aquel personaje era realmente un estudioso profundo del tema, tampoco sé si ya tenía un diagnóstico preparado por alguien más, pero al escuchar cada día que en Michoacán, Tamaulipas, Sinaloa, Baja California o Baja California hubo equis cantidad de ejecutados, no me queda más que remitirme al inciso 5 en este comentario.¿Será que eso ocurre hoy? ¿Habrá una guerra de pequeños narcomenudistas que quieren ascender? Me parece que tenía y aún tiene la razón.
renatoconsuegra@yahoo.com.mx
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