Publicada en el diario Rumbo de México
En julio de 1996 un grupo de mercenarios centroamericanos contratados por no se sabe aún qué aviesos intereses, tomó contacto con algunos indígenas de la región de los Loxicha en Oaxaca, zona ubicada entre la capital y Puerto Ángel, camino a Huatulco.
Una semana antes alquilaron una pequeña vivienda detrás de la gasolinería que se encuentra a la salida del aeropuerto internacional de Huatulco. En dos camionetas de redilas de tres cuartos de tonelada, en medio de cestos presuntamente cargados con plátano, escondidos transportaron algunos fusiles cuerno de chivo.
Este reportero junto con el también periodista Rogelio Hernández, dimos con la “casa de seguridad”, incluso antes que las policías estatal, Judicial Federal, de Caminos, la Marina y de la Defensa Nacional.
Resulta que estos mercenarios el 30 de julio fueron por alrededor de 25 indígenas a la región de los Loxicha, a quienes pagaron 200 pesos por cabeza para que los acompañaran a La Crucecita.
Al día siguiente les dieron de beber algo de mezcal, sus uniformes verde olivo, botas de campaña, sus respectivas gorras, paliacates y las armas, varias de las cuales no servían.
Los dirigentes, además de las armas buenas, se llevaron los botes con spray para pintar las consignas en las paredes y dejar la huella para el trabajo mediático.
A las 12 de la noche del 31 de julio un grupo de ellos, alrededor de 12, dio una vuelta por el zócalo de Santa Cruz Huatulco, mejor conocida como La Crucecita, donde con gritos y disparos llamaron la atención de la gente y leyeron una proclama.
Otro grupo pasó frente a la delegación de la Policía Estatal y tuvo un pequeño “enfrentamiento” con los policías de guardia (mataron a uno) y sufrieron dos bajas, mientras otro más atacó las instalaciones de la Armada de México, donde las muertes fueron una para cada lado.
Dijeron que eran miembros del Ejército Popular Revolucionario (EPR). Se fueron luego del ataque y algunos lograron cambiar de vehículo. La mayoría se quedó fuera de la ciudad. Algunos lograron remontar la montaña de la Sierra del Sur, pero un par de ellos se quedó en el camino, desangrados por las heridas.
Otros cuatro o cinco más fueron detenidos cuando horas después del “ataque” a La Crucecita, en algunas cantinas contaron con lujo de detalle lo que había pasado horas antes. O algún otro que eufórico por el mezcal ingerido, continuó las arengas, hasta que también fue aprehendido.
Por ser la mayoría de ellos originarios de los Loxicha, la represión contra ese pueblo no se hizo esperar. Todavía algunos de ellos, y otro que no participaron, continúan entre las rejas encarcelados por el gobierno de Diódoro Carrasco.
Traigo este relato a colación porque en el estado de Guerrero parece gestarse un movimiento similar.
El gobierno estatal y el federal, y también la sociedad, deben tener mucho cuidado con lo que dice y hace el autodenominado Comando Popular Revolucionario La Patria es Primero (CPR-LPEP), pues unos 15 hombres armados, encapuchados y con trajes militares irrumpieron el pasado fin de semana en un tramo de la carretera que une Acapulco con Pinotepa Nacional en Oaxaca, y lanzaron una proclama guerrillera.
El grupo se adjudicó la ejecución de José Rubén Robles Catalán, ex secretario de Gobierno en el estado e involucrado en la masacre de Aguas Blancas, el 6 de julio pasado, además de la del dirigente social de Atoyac y líder de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS), Miguel Ángel Mesino Mesino, el 8 de septiembre.
Y advirtieron al ex gobernador Rubén Figueroa Alcocer que “Catalán te espera", en alusión a los responsables de la matanza de campesino en el vado de Aguas Blancas, en junio de 1995.
Las cosas para Zeferino Torreblanca no están muy claras y este puede ser un resorte que podría afectar su gobierno.
renatoconsuegra@yahoo.com.mx
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