Publicada en el diario Rumbo de México
Tijuana.- Lo que sucede en Tijuana causa alarma. Cada día las noticias dan cuenta de ejecutados, de todos tipos. Desde empresarios, ciudadanos comunes y corrientes, hasta ejidatarios como sucedió el miércoles pasado en Rosarito —a un paso de esta ciudad— y hasta sacerdotes, tal es el caso ocurrido al sacerdote Luis Velásquez Romero, un hombre de 51 años de edad, quien fue asesinado de seis disparos.
La policía dice que el caso muy seguramente sería obra del crimen organizado, sin duda, pero nada más. Nada hace por esclarecerlo.
El cadáver del sacerdote, párroco de la iglesia Santa María Reina en la colonia Colinas de Aguas Calientes, fue hallado dentro de su automóvil cerca del centro comercial Plaza Fiesta en el estacionamiento de un giro negro y con las manos esposadas a la espalda.
Sin duda, el crimen del prelado merece una amplia y concreta explicación de los integrantes de la Iglesia católica de Tijuana, lugar donde sus miembros más famosos han estado ligados por años a los grandes capos del narcotráfico.
Mucho más, luego de que hace algunas semanas el obispo de Aguascalientes, Ramón Godínez, dijo que al entrar a las arcas de la Iglesia católica, las limosnas de los narcotraficantes “se purifican”.
Si el homicidio del sacerdote ocurrió en la oscuridad de la noche, el del conocido y acaudalado ejidatario, José de Jesús Leyva, fue realizado a balazos, con metralletas cuerno de chivo, por sicarios vestidos de negro, como “agentes federales”, léalo muy bien ¡a plena luz del día!, y en una zona muy concurrida, después de una larga persecución, porque al parecer trataban de secuestrarlo, a un lado de la Cruz Roja de Rosarito.
En su edición de la semana pasada, días antes de estos atentados, el semanario Zeta dirigido por Jesús Blancornelas dio a conocer que en la ciudad existen alrededor de 50 comandos armados, la mayoría de ellos integrados por miembros de las policías municipal y ministerial, que actúan para realizar secuestros a acaudalados empresarios, así como ajustar cuentas de grupos delincuenciales en su gran mayoría lejanos a los grupos del narcotráfico que, por su parte, tienen los suyos.
De estos policías, los pocos que han sido detenidos como integrantes de estos comandos, se les ha podido encontrar que se han enriquecido de forma inexplicable y, sin embargo, son protegidos tanto por las autoridades municipales como las del Estado y, ya ni se diga las de la Federación.
El pasado jueves platiqué con mi amigo Jaime Flores, conductor de la edición del mediodía del noticiario Mesa Informativa, y de 10 noticias que dio en una hora, seis de ellas estaban relacionadas con crímenes y ajusticiamientos de la delincuencia organizada, la cual, por lo que informan los propios diarios, está incontrolable, pues ya no son únicamente las bandas ligadas al narcotráfico las que actúan con total impunidad, sino también las de los comandos integrados por los propios servidores públicos a quienes los tijuanenses les pagan para que los protejan.
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