A un año de entregar el poder y a siete meses de las elecciones presidenciales, el presidente Vicente Fox necesita darle sentido a su encargo; no puede seguir “nadando de muertito” y pretender que sólo con discursos va a recomponer los rasgos de ingobernabilidad galopante.
Hasta ahora, a veces parece que el presidente actúa, y muchas otras aparenta dejar que la política también se maneje al libre juego de la oferta y la demanda. Esta lógica, no funciona ni en el mercado mismo porque termina siendo una forma de devorar a los más débiles si no hay una intervención o un control. Y llevada al terreno político, es terrible, pues es esperar a que te terminen comiendo, y eso le puede pasar al Presidente y su equipo en los siguientes meses.
Se pensó que la alternancia era el punto fundamental para hablar de la transición a la democracia. Se sentó la esperanza de que en el momento que el Presidente de la República fuese un no priísta, en ese momento la democracia mexicana se consolidaría naturalmente. Pero la verdad es que no resulto así.
Vicente Fox tomó la Presidencia de la República pero heredó un régimen que si ya no tenía la fuerza de los regímenes anteriores, sí tenía un aparato jurídico y costumbres políticas de ese viejo régimen.
Fox se atoró en la transición en la medida que no alcanzó a plantear lo que hubiera sido el principio fundamental de su gobierno, la reforma política llamada Reforma del Estado, pues finalmente la correlación de fuerzas, su inexperiencia y el equipo sin operadores políticos, lo llevaron a dejarla y abandonarla.
Un Congreso paralizado por la carencia de una mayoría que no supo construir para las elecciones intermedias de 2003, los parapetos en juicios de controversia constitucional, los golpeteos de su propio gabinete, la movilización de los gobernadores que ahora tienen un poder como virreyes, contribuyeron al desgaste y la carencia de sentido de gobierno.
Pero al mismo tiempo, es necesario señalar la incapacidad de proyectar las políticas del nuevo gobierno —algunas de ellas exitosas— como una alternativa nacional. Ahí se atoró el presidente y no supieron o no pudieron sacarlo del estanco sus colaboradores.
En el momento en que no hubo ese gran pacto nacional que debía haber sido el inicio del régimen foxista, simple y sencillamente la misma lucha por el poder y la institucionalización de esa lucha por el poder, se quedó ahí, vagando, y sin posibilidad de aterrizar.
Pero también, con el miedo siempre presente de que cualquier incidente violento la tirara, la tumbara. Recordemos los macheteros de San Salvador Atenco o las declaraciones del presidente contra la prensa que presuntamente lo quería tumbar.
Hoy ya ni siquiera el miedo del retorno al pasado que se ve como algo oscuro en el primer círculo del gobierno federal, es la preocupación principal. Más bien, el miedo es a que esto se convierta en una situación de ingobernabilidad donde no haya posibilidad de alternativas.
El problema, sin embargo, es que el presidente Fox pretende hoy terminar su mandato sin mácula, pero deja a los poderes informales que actúen, cuando lo que se necesita es fijar cierto tipo de acuerdos mínimos de convivencia política entre los partidos políticos, como tales, y el Presidente de la República, para evitar los escándalos que vivimos porque, si el juego va a ser buscar el video del otro, si el juego va a ser ver quien hace un atentado o se hace un atentado, o si el juego va a ser ver quién recurre a los grupos violentos y esa será la forma de hacer política para la elección de 2006, esta va a ser una elección violenta, y eso no se puede permitir.
Porque, debemos aceptarlo, incluso con el lenguaje se juega a la violencia y se termina matando también.
Hasta ahora, a veces parece que el presidente actúa, y muchas otras aparenta dejar que la política también se maneje al libre juego de la oferta y la demanda. Esta lógica, no funciona ni en el mercado mismo porque termina siendo una forma de devorar a los más débiles si no hay una intervención o un control. Y llevada al terreno político, es terrible, pues es esperar a que te terminen comiendo, y eso le puede pasar al Presidente y su equipo en los siguientes meses.
Se pensó que la alternancia era el punto fundamental para hablar de la transición a la democracia. Se sentó la esperanza de que en el momento que el Presidente de la República fuese un no priísta, en ese momento la democracia mexicana se consolidaría naturalmente. Pero la verdad es que no resulto así.
Vicente Fox tomó la Presidencia de la República pero heredó un régimen que si ya no tenía la fuerza de los regímenes anteriores, sí tenía un aparato jurídico y costumbres políticas de ese viejo régimen.
Fox se atoró en la transición en la medida que no alcanzó a plantear lo que hubiera sido el principio fundamental de su gobierno, la reforma política llamada Reforma del Estado, pues finalmente la correlación de fuerzas, su inexperiencia y el equipo sin operadores políticos, lo llevaron a dejarla y abandonarla.
Un Congreso paralizado por la carencia de una mayoría que no supo construir para las elecciones intermedias de 2003, los parapetos en juicios de controversia constitucional, los golpeteos de su propio gabinete, la movilización de los gobernadores que ahora tienen un poder como virreyes, contribuyeron al desgaste y la carencia de sentido de gobierno.
Pero al mismo tiempo, es necesario señalar la incapacidad de proyectar las políticas del nuevo gobierno —algunas de ellas exitosas— como una alternativa nacional. Ahí se atoró el presidente y no supieron o no pudieron sacarlo del estanco sus colaboradores.
En el momento en que no hubo ese gran pacto nacional que debía haber sido el inicio del régimen foxista, simple y sencillamente la misma lucha por el poder y la institucionalización de esa lucha por el poder, se quedó ahí, vagando, y sin posibilidad de aterrizar.
Pero también, con el miedo siempre presente de que cualquier incidente violento la tirara, la tumbara. Recordemos los macheteros de San Salvador Atenco o las declaraciones del presidente contra la prensa que presuntamente lo quería tumbar.
Hoy ya ni siquiera el miedo del retorno al pasado que se ve como algo oscuro en el primer círculo del gobierno federal, es la preocupación principal. Más bien, el miedo es a que esto se convierta en una situación de ingobernabilidad donde no haya posibilidad de alternativas.
El problema, sin embargo, es que el presidente Fox pretende hoy terminar su mandato sin mácula, pero deja a los poderes informales que actúen, cuando lo que se necesita es fijar cierto tipo de acuerdos mínimos de convivencia política entre los partidos políticos, como tales, y el Presidente de la República, para evitar los escándalos que vivimos porque, si el juego va a ser buscar el video del otro, si el juego va a ser ver quien hace un atentado o se hace un atentado, o si el juego va a ser ver quién recurre a los grupos violentos y esa será la forma de hacer política para la elección de 2006, esta va a ser una elección violenta, y eso no se puede permitir.
Porque, debemos aceptarlo, incluso con el lenguaje se juega a la violencia y se termina matando también.
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