(2003-11-13)
Ayer inició en la ciudad de México un foro de consulta que el Consejo Nacional de Agrupaciones Políticas y Organizaciones Sociales (CONAPOS) realizará hasta el 5 de febrero en las 32 capitales federativas del país, con la finalidad de conocer si la sociedad tiene interés, necesidad o la confianza suficiente para crear un nuevo partido político, y si la respuesta es positiva, resolver ahí mismo ¿para qué y para quiénes una nueva institución partidista? ¿qué debe proponer ese nuevo partido? ¿cómo debe conformarse y operar hacia el interior y el exterior? ¿comprometido con quién? ¿cómo hacerlo que crezca y no pase al listado de muertos tras su primera participación electoral? En fin, ¿cómo debe ser el nuevo partido político que necesita México, si es que lo necesita?.
El CONAPOS es el antecedente de la Agrupación Política Nacional Partido Campesino y Popular a que le fue negado el registro para participar en las elecciones de 2003, por la falta de 25 credenciales para cumplir con el tope mínimo requerido por el IFE. Este año, antes del 31 de diciembre, el IFE –si no hay una reforma electoral antes y lo más probable es que no la haya porque el asunto de la Reforma Fiscal y el proyecto de Ley de Ingresos del próximo 2004 tiene atareadas a las coordinaciones políticas–, tendrá que lanzar la convocatoria para la creación de nuevas alternativas de participación política.
La CONAPOS antes de lanzarse a la aventura de hacer asambleas regionales para lograr el registro, abre un debate muy importante que debe darse a nivel nacional: ¿Hay necesidad de nuevos partidos políticos? Pero sobre todo, por la filiación de sus componentes, debe analizar si tiene futuro un partido de izquierda y qué tipo de izquierda, porque de lo contrario, si no existe claridad en sus planteamientos, irán irremediablemente al fracaso.
Ya no sólo tienen en contra un discurso anquilosado contra el imperialismo capitalista, que se quedó en los fundamentos del Manifiesto Comunista y la lucha del proletariado para instaurar su propia dictadura; sino que permanentemente se han negado a evolucionar su discurso a medida que evolucionan las relaciones económico-político-sociales –y hasta de la delincuencia misma– a nivel internacional. Estos dos factores han propiciado que su mensaje no permee ante la sociedad y probables electores, mucho menos que avancen en la captación de votos.
Un claro ejemplo es el PRD. Debió llegar un grupo vinculado con la izquierda estatista del priísmo, con un discurso diferente y cercano a las masas, para aglutinar a los diversos grupos de la llamada izquierda. Y comenzaron a ganar verdaderos espacios electorales con candidatos surgidos también del PRI. Pocos han sido los activos de la vieja izquierda radical que lograron triunfos en las elecciones, como sucedió en 2003 con un PRD liderado por una dirigente de la izquierda radical.
Y en ese partido el panorama actual es sombrío. Por un lado se encuentran los integrantes de la izquierda revolucionaria que se mantienen muchos de ellos esbozados en los movimientos rebeldes y, por el otro, los de la izquierda institucional, aquellos que han ganado espacios en los congresos local y federal y los distintos niveles de gobierno, pero que han coqueteado a la vez que con la rebeldía, también con las posiciones de las mismas tribus al interior del partido o con las posturas gobiernistas, pero bastante alejadas de la gente y de los movimientos sociales.
Hoy la necesidad de un nuevo partido transita por la posibilidad de ser una alternativa real y viable a ese PRD que no acaba de conformarse, a los partiditos como el PT que está a punto de desaparecer –a Convergencia hay que darle tiempo de madurar– y a todas aquellas expresiones que utilizan el financiamiento público únicamente para enriquecerse, vender sus votos en los congresos cuando llegan a ellos y para presiones políticas de carácter familiar.
Pero, sobre todo, un nuevo partido debe partir de la base de que debe obtener, que no ganar, en base a su conformación, su presentación de proyecto y militancia, la confianza de todos aquellos que deciden en las urnas. Si no hay confianza en un nuevo proyecto que sirva a la Nación, no habrá nuevo partido.
Plumazos
Ayer inició en la ciudad de México un foro de consulta que el Consejo Nacional de Agrupaciones Políticas y Organizaciones Sociales (CONAPOS) realizará hasta el 5 de febrero en las 32 capitales federativas del país, con la finalidad de conocer si la sociedad tiene interés, necesidad o la confianza suficiente para crear un nuevo partido político, y si la respuesta es positiva, resolver ahí mismo ¿para qué y para quiénes una nueva institución partidista? ¿qué debe proponer ese nuevo partido? ¿cómo debe conformarse y operar hacia el interior y el exterior? ¿comprometido con quién? ¿cómo hacerlo que crezca y no pase al listado de muertos tras su primera participación electoral? En fin, ¿cómo debe ser el nuevo partido político que necesita México, si es que lo necesita?.
El CONAPOS es el antecedente de la Agrupación Política Nacional Partido Campesino y Popular a que le fue negado el registro para participar en las elecciones de 2003, por la falta de 25 credenciales para cumplir con el tope mínimo requerido por el IFE. Este año, antes del 31 de diciembre, el IFE –si no hay una reforma electoral antes y lo más probable es que no la haya porque el asunto de la Reforma Fiscal y el proyecto de Ley de Ingresos del próximo 2004 tiene atareadas a las coordinaciones políticas–, tendrá que lanzar la convocatoria para la creación de nuevas alternativas de participación política.
La CONAPOS antes de lanzarse a la aventura de hacer asambleas regionales para lograr el registro, abre un debate muy importante que debe darse a nivel nacional: ¿Hay necesidad de nuevos partidos políticos? Pero sobre todo, por la filiación de sus componentes, debe analizar si tiene futuro un partido de izquierda y qué tipo de izquierda, porque de lo contrario, si no existe claridad en sus planteamientos, irán irremediablemente al fracaso.
Ya no sólo tienen en contra un discurso anquilosado contra el imperialismo capitalista, que se quedó en los fundamentos del Manifiesto Comunista y la lucha del proletariado para instaurar su propia dictadura; sino que permanentemente se han negado a evolucionar su discurso a medida que evolucionan las relaciones económico-político-sociales –y hasta de la delincuencia misma– a nivel internacional. Estos dos factores han propiciado que su mensaje no permee ante la sociedad y probables electores, mucho menos que avancen en la captación de votos.
Un claro ejemplo es el PRD. Debió llegar un grupo vinculado con la izquierda estatista del priísmo, con un discurso diferente y cercano a las masas, para aglutinar a los diversos grupos de la llamada izquierda. Y comenzaron a ganar verdaderos espacios electorales con candidatos surgidos también del PRI. Pocos han sido los activos de la vieja izquierda radical que lograron triunfos en las elecciones, como sucedió en 2003 con un PRD liderado por una dirigente de la izquierda radical.
Y en ese partido el panorama actual es sombrío. Por un lado se encuentran los integrantes de la izquierda revolucionaria que se mantienen muchos de ellos esbozados en los movimientos rebeldes y, por el otro, los de la izquierda institucional, aquellos que han ganado espacios en los congresos local y federal y los distintos niveles de gobierno, pero que han coqueteado a la vez que con la rebeldía, también con las posiciones de las mismas tribus al interior del partido o con las posturas gobiernistas, pero bastante alejadas de la gente y de los movimientos sociales.
Hoy la necesidad de un nuevo partido transita por la posibilidad de ser una alternativa real y viable a ese PRD que no acaba de conformarse, a los partiditos como el PT que está a punto de desaparecer –a Convergencia hay que darle tiempo de madurar– y a todas aquellas expresiones que utilizan el financiamiento público únicamente para enriquecerse, vender sus votos en los congresos cuando llegan a ellos y para presiones políticas de carácter familiar.
Pero, sobre todo, un nuevo partido debe partir de la base de que debe obtener, que no ganar, en base a su conformación, su presentación de proyecto y militancia, la confianza de todos aquellos que deciden en las urnas. Si no hay confianza en un nuevo proyecto que sirva a la Nación, no habrá nuevo partido.
Plumazos
Muchos se dijeron sorprendidos, se rasgaron las vestiduras y han criticado la “incongruencia” de Cuauhtémoc Cárdenas por haberse aliado con el responsable del fraude electoral que le quitó la oportunidad de ganar la Presidencia de la República en 1988, al firmar el Manifiesto a la Nación con el que se pretende preservar la riqueza patrimonial de México, junto con Manuel Bartlett. ¿Es incongruencia o responsabilidad con la Nación? Lo primero que debe hacerse es salvar a la CFE y PEMEX de la intención de venta y después, sí, buscar la forma cómo de una manera clara se deslinden las responsabilidades que tanto Bartlett como José Murat y los propios líderes sindicales han participado en la presunta “quiebra” de las entidades paraestatales…. Lo que si es criticable a Cárdenas y compañía, es el discurso nacionalista y las frases sin fundamentos, queriendo “salvaguardar” un patrimonio del que muchos de ellos se aprovecharon en su momento y quienes aplaudieron las medidas que comenzaron a quebrarlo durante el salinismo. Sólo diciéndole a la sociedad la verdad sobre las empresas paraestatales es como van a lograr su apoyo, no de otra forma. Eso se llama dar confianza.
renatoconsuegra@yahoo.com.mx
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