(2005-03-28)
“Por obvias razones” la semana pasada el jefe de Gobierno del Distrito Federal aprovechó los festejos del natalicio del Benemérito Benito Juárez, para “reafirmar principios y exponer con claridad nuestros postulados”.
López volvió a tejer sobre el tema que se sabe de memoria. Recetó la misma medicina a las 10 mil personas que fueron obligadas a asistir al Auditorio Nacional: la ayuda a los viejitos, a las madres solteras, al empleo, a la vivienda, primero los pobres, la construcción de vialidades y el desafuero.
Dio números imposibles de corroborar porque toda la información de su gestión presupuestal la tiene clasificada como secreto de Estado, así que lo que dijo, su verdad, debe ser también nuestra verdad.
Pero, sobre todo, dijo lo siguiente al encaminar lo que sería su gabinete:
“El mejor ejemplo de nuestra historia lo encontramos en el gobierno del Presidente Juárez: en esa época actuaron los hombres públicos, los funcionarios, los intelectuales y los periodistas más inteligentes y patriotas que haya tenido México. Los liberales eran políticos cabales y han sido considerados, con razón, como el grupo de ideólogos más brillante, más tenaz y desinteresado que se haya dado en nuestro país”.
Para rematar: “El gran reto que significa transformar al México de hoy no puede enfrentarse con gente improvisada, con ambiciosos vulgares, con funcionarios mediocres y ladrones”.
López, en su desmedido culto a si mismo y su desmesura que lo hace creer que es dueño de la verdad absoluta, pasa por alto muchos puntos que considera la gente no conoce o que no se acuerda, pero están presentes.
Por principio de cuentas, no es, no ha sido ni será liberal. Todos nos dimos cuenta de la clase de funcionarios improvisados, ambiciosos, vulgares, mediocres y ladrones que llamó a su gabinete para el Gobierno del Distrito Federal.
¿Pueden Gustavo Ponce, René Bejarano, Carlos Ímaz, Marcelo Ebrard, Leonel Cota, Pablo Gómez, Jesús Ortega, Dolores Padierna y Manuel Camacho, entre otros, compararse con Sebastián Lerdo de Tejada, Francisco Zarco, Melchor Ocampo, Ignacio L. Vallarta, Santos Degollado, Manuel Doblado o Ignacio Ramírez?
Pero, sobre todo, cuando se habla de ideologías o posturas firmes de un verdadero estadista, queda claro que López Obrador no lo es. Aunque nadie le puede negar que es un excelente político convenenciero y oportunista.
Al caer Antonio López de Santa Anna y llegar Juan Álvarez a la presidencia, en 1855, Juárez fue nombrado Ministro de Justicia e Instrucción Pública, cargo desde donde expidió La Ley sobre Administración de Justicia y Orgánica de los Tribunales de la Nación, del Distrito y Territorios (Ley Juárez), con la que fueron abolidos los fueros (hoy López pretende hacer una megamovilización para que no le quiten el fuero), privilegios que tenían los militares y el clero por encima de otras personas.
Y en 1958 tras asumir como presidente por ministerio de ley, expidió las Leyes de Reforma, que declaraban la independencia del Estado respecto de la Iglesia, y dentro de ellas la ley sobre matrimonio civil y sobre registro civil; la de panteones y cementerios, y el paso de los bienes de la Iglesia a la Nación.
De esta forma, Juárez fue convertido en el héroe incómodo para la Iglesia católica, que propició la ruptura de relaciones con El Vaticano, mismas que se reanudaron hasta el sexenio de Carlos Salinas de Gortari en 1991.
Así que si López Obrador fuera juarista, sus relaciones con la iglesia serían distantes. Sin embargo, no sólo tiene abierta cercanía con el clero, como la tuvo su presunto enemigo irreconciliable, Carlos Salinas, sino que en octubre de 2003 le regaló tres predios para que construyan la Plaza Mariana a un costado de la Basílica de Guadalupe, de cuya fundación es tesorero Fernando Chico Pardo, hombre de las confianzas del empresario Carlos Slim –hermano del presidente de Teléfonos de México, Jaime Chico Pardo.
Además, López consintió, si no es que ordenó, que Lorena Villavicencio y Alejandra Barrales, coordinadora parlamentaria del PRD y vocera, respectivamente, acudieran la semana antepasada al arzobispado de México para solicitar una opinión política al cardenal Norberto Rivera Carrera, sobre el asunto del desafuero.
Todo porque cuando López parafrasea a Benito Juárez, lo hace a su muy tropical manera: se valdrá de todo lo posible, hará todo lo posible y hasta donde sea posible para no ser desaforado y llegar a la presidencia de la República en 2006.
renatoconsuegra@yahoo.com.mx
“Por obvias razones” la semana pasada el jefe de Gobierno del Distrito Federal aprovechó los festejos del natalicio del Benemérito Benito Juárez, para “reafirmar principios y exponer con claridad nuestros postulados”.
López volvió a tejer sobre el tema que se sabe de memoria. Recetó la misma medicina a las 10 mil personas que fueron obligadas a asistir al Auditorio Nacional: la ayuda a los viejitos, a las madres solteras, al empleo, a la vivienda, primero los pobres, la construcción de vialidades y el desafuero.
Dio números imposibles de corroborar porque toda la información de su gestión presupuestal la tiene clasificada como secreto de Estado, así que lo que dijo, su verdad, debe ser también nuestra verdad.
Pero, sobre todo, dijo lo siguiente al encaminar lo que sería su gabinete:
“El mejor ejemplo de nuestra historia lo encontramos en el gobierno del Presidente Juárez: en esa época actuaron los hombres públicos, los funcionarios, los intelectuales y los periodistas más inteligentes y patriotas que haya tenido México. Los liberales eran políticos cabales y han sido considerados, con razón, como el grupo de ideólogos más brillante, más tenaz y desinteresado que se haya dado en nuestro país”.
Para rematar: “El gran reto que significa transformar al México de hoy no puede enfrentarse con gente improvisada, con ambiciosos vulgares, con funcionarios mediocres y ladrones”.
López, en su desmedido culto a si mismo y su desmesura que lo hace creer que es dueño de la verdad absoluta, pasa por alto muchos puntos que considera la gente no conoce o que no se acuerda, pero están presentes.
Por principio de cuentas, no es, no ha sido ni será liberal. Todos nos dimos cuenta de la clase de funcionarios improvisados, ambiciosos, vulgares, mediocres y ladrones que llamó a su gabinete para el Gobierno del Distrito Federal.
¿Pueden Gustavo Ponce, René Bejarano, Carlos Ímaz, Marcelo Ebrard, Leonel Cota, Pablo Gómez, Jesús Ortega, Dolores Padierna y Manuel Camacho, entre otros, compararse con Sebastián Lerdo de Tejada, Francisco Zarco, Melchor Ocampo, Ignacio L. Vallarta, Santos Degollado, Manuel Doblado o Ignacio Ramírez?
Pero, sobre todo, cuando se habla de ideologías o posturas firmes de un verdadero estadista, queda claro que López Obrador no lo es. Aunque nadie le puede negar que es un excelente político convenenciero y oportunista.
Al caer Antonio López de Santa Anna y llegar Juan Álvarez a la presidencia, en 1855, Juárez fue nombrado Ministro de Justicia e Instrucción Pública, cargo desde donde expidió La Ley sobre Administración de Justicia y Orgánica de los Tribunales de la Nación, del Distrito y Territorios (Ley Juárez), con la que fueron abolidos los fueros (hoy López pretende hacer una megamovilización para que no le quiten el fuero), privilegios que tenían los militares y el clero por encima de otras personas.
Y en 1958 tras asumir como presidente por ministerio de ley, expidió las Leyes de Reforma, que declaraban la independencia del Estado respecto de la Iglesia, y dentro de ellas la ley sobre matrimonio civil y sobre registro civil; la de panteones y cementerios, y el paso de los bienes de la Iglesia a la Nación.
De esta forma, Juárez fue convertido en el héroe incómodo para la Iglesia católica, que propició la ruptura de relaciones con El Vaticano, mismas que se reanudaron hasta el sexenio de Carlos Salinas de Gortari en 1991.
Así que si López Obrador fuera juarista, sus relaciones con la iglesia serían distantes. Sin embargo, no sólo tiene abierta cercanía con el clero, como la tuvo su presunto enemigo irreconciliable, Carlos Salinas, sino que en octubre de 2003 le regaló tres predios para que construyan la Plaza Mariana a un costado de la Basílica de Guadalupe, de cuya fundación es tesorero Fernando Chico Pardo, hombre de las confianzas del empresario Carlos Slim –hermano del presidente de Teléfonos de México, Jaime Chico Pardo.
Además, López consintió, si no es que ordenó, que Lorena Villavicencio y Alejandra Barrales, coordinadora parlamentaria del PRD y vocera, respectivamente, acudieran la semana antepasada al arzobispado de México para solicitar una opinión política al cardenal Norberto Rivera Carrera, sobre el asunto del desafuero.
Todo porque cuando López parafrasea a Benito Juárez, lo hace a su muy tropical manera: se valdrá de todo lo posible, hará todo lo posible y hasta donde sea posible para no ser desaforado y llegar a la presidencia de la República en 2006.
renatoconsuegra@yahoo.com.mx