(06-06-26)
Han sido innumerables los comentarios adversos a la forma de actuar de Vicente Fox Quesada a lo largo del sexenio, desde el “¿y yo por qué?” hasta sus gestos durante el juego de futbol entre las selecciones de México y Portugal (donde aparentemente quería golpear a Marta Sahagún con una matraca), pasando por una aparente incultura cuando llamó José Luis Borgues al desaparecido escritor argentino Jorge Luis Borges.
Los más críticos lo menos llaman a esto tarugadas y a su actor, tarugo. Y se cuestionan por qué tenemos en México a un presidente tan tarugo y por qué la inmensa mayoría no se dio cuenta hace seis años de lo que podría ocurrir al país con alguien así.
Mi respuesta a esto en las diferentes sobremesas o reuniones donde se ha llegado a tocar el tema es que Vicente Fox no es tan tarugo como aparenta y que las presuntas tarugadas son acciones bien pensadas que han burlado a todos los mexicanos.
Vicente Fox ha seguido la mayor parte del sexenio una política donde las “tarugadas” tienen el foco de atención de los críticos y “estudiosos” del quehacer gubernamental, mientras los asuntos que realmente tienen importancia para la vida institucional y el futuro inmediato del país pasan desapercibidos, precisamente porque la élite “pensante” que tiene el deber de dirigir a la masa crítica, se pierde buscando espejitos.
Tal es el caso de la llamada Ley Televisa que por una “tarugada” inexplicable “no fue entregada” para su revisión al Presidente de la República y, por tanto, el Primer Mandatario no ejerció su derecho de veto ante las evidentes inconsistencias y beneficios para sólo unos cuantos.
De esta forma, en una sociedad como la nuestra vale más parecer tontos o brutos, que malintencionados. Y si no se castiga la colusión, mucho menos la omisión.
Y luego aquellos actores que en su momento parecieron tarugos e hicieron muchas tarugadas como sucedió también con Ernesto Zedillo Ponce de León, ahora resulta que son todos unos expertos, irrefutables, conocedores incuestionados e incuestionables de asuntos que en su momento resolvieron de forma “equivocada”.
El hecho descomunal en el caso de Zedillo fue el famoso “error de diciembre” como lo bautizó su predecesor Carlos Salinas de Gortari.
Y a partir de allí vinieron su ola de tarugadas o, como quisieron matizar muchos “opinadores” profesionales, “puntadas” como las siguientes: “Díganme la neta”, “Haz un oso”, “No traigo cash”, “Sírvanme la cerveza en vaso para que parezca sidral” y muchas otras.
Estas expresiones ganaron titulares en su momento y se convirtieron en centro de atención de cientos de espacios de crítica y opinión, pero sólo sirvieron para distraer al respetable, mientras Ernesto Zedillo, como actualmente lo hace Vicente Fox, cumplían al pie de la letra con los dictados del Banco Mundial (México acaba de pagar una buena parte de la deuda externa) y preparaban la sucesión presidencial a favor de un representante de la oposición que, sin duda, no hurgará en los archivos que hacen daño al predecesor a quien deben su ungimiento.
Zedillo le abrió el camino a Fox de la misma forma como éste lo hizo con Andrés Manuel López Obrador de quien nos espera algo parecido a los dos últimos sexenios.
renatoconsuegra@yahoo.com.mx
Han sido innumerables los comentarios adversos a la forma de actuar de Vicente Fox Quesada a lo largo del sexenio, desde el “¿y yo por qué?” hasta sus gestos durante el juego de futbol entre las selecciones de México y Portugal (donde aparentemente quería golpear a Marta Sahagún con una matraca), pasando por una aparente incultura cuando llamó José Luis Borgues al desaparecido escritor argentino Jorge Luis Borges.
Los más críticos lo menos llaman a esto tarugadas y a su actor, tarugo. Y se cuestionan por qué tenemos en México a un presidente tan tarugo y por qué la inmensa mayoría no se dio cuenta hace seis años de lo que podría ocurrir al país con alguien así.
Mi respuesta a esto en las diferentes sobremesas o reuniones donde se ha llegado a tocar el tema es que Vicente Fox no es tan tarugo como aparenta y que las presuntas tarugadas son acciones bien pensadas que han burlado a todos los mexicanos.
Vicente Fox ha seguido la mayor parte del sexenio una política donde las “tarugadas” tienen el foco de atención de los críticos y “estudiosos” del quehacer gubernamental, mientras los asuntos que realmente tienen importancia para la vida institucional y el futuro inmediato del país pasan desapercibidos, precisamente porque la élite “pensante” que tiene el deber de dirigir a la masa crítica, se pierde buscando espejitos.
Tal es el caso de la llamada Ley Televisa que por una “tarugada” inexplicable “no fue entregada” para su revisión al Presidente de la República y, por tanto, el Primer Mandatario no ejerció su derecho de veto ante las evidentes inconsistencias y beneficios para sólo unos cuantos.
De esta forma, en una sociedad como la nuestra vale más parecer tontos o brutos, que malintencionados. Y si no se castiga la colusión, mucho menos la omisión.
Y luego aquellos actores que en su momento parecieron tarugos e hicieron muchas tarugadas como sucedió también con Ernesto Zedillo Ponce de León, ahora resulta que son todos unos expertos, irrefutables, conocedores incuestionados e incuestionables de asuntos que en su momento resolvieron de forma “equivocada”.
El hecho descomunal en el caso de Zedillo fue el famoso “error de diciembre” como lo bautizó su predecesor Carlos Salinas de Gortari.
Y a partir de allí vinieron su ola de tarugadas o, como quisieron matizar muchos “opinadores” profesionales, “puntadas” como las siguientes: “Díganme la neta”, “Haz un oso”, “No traigo cash”, “Sírvanme la cerveza en vaso para que parezca sidral” y muchas otras.
Estas expresiones ganaron titulares en su momento y se convirtieron en centro de atención de cientos de espacios de crítica y opinión, pero sólo sirvieron para distraer al respetable, mientras Ernesto Zedillo, como actualmente lo hace Vicente Fox, cumplían al pie de la letra con los dictados del Banco Mundial (México acaba de pagar una buena parte de la deuda externa) y preparaban la sucesión presidencial a favor de un representante de la oposición que, sin duda, no hurgará en los archivos que hacen daño al predecesor a quien deben su ungimiento.
Zedillo le abrió el camino a Fox de la misma forma como éste lo hizo con Andrés Manuel López Obrador de quien nos espera algo parecido a los dos últimos sexenios.
renatoconsuegra@yahoo.com.mx